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Francisco: "Les pido perdón"

El Papa se disculpó en siete oportunidades por los sufrimientos ocasionados a los pueblos nativos de Canadá que sufrieron abusos en las escuelas residenciales católicas. Oró frente a un cementerio donde hay víctimas de esa época dolorosa. "Es justo hacer memoria, porque el olvido lleva a la indiferencia", subrayó.
 

Postal de una mañana de tristeza, dolor, redención y perdón. El Papa reza en un cementerio donde hay niños víctimas de abusos.


“Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación”, subrayó el Papa Francisco en el inició de su discurso en el encuentro que mantuvo esta mañana con los pueblo originarios que en el siglo XIX sufrieron abusos en las escuelas residenciales católicas. Esta primera reunión formó parte del cronograma de la visita que realiza a Canadá hasta el 30 de julio.


Alrededor de las 10.45 (hora local) el Santo Padre arribó a Maskwacis, a 70 kilómetros de Edmonton (ciudad donde está el seminario San José en el que se aloja), donde se reunión miembros de los pueblos nativos First Nations, Métis e Inuit.


En el trayecto desde el ingreso al predio hasta el escenario montado para el evento, el Pontífice se detuvo unos minutos en el cementerio donde están los restos de niños que padecieron abusos y que fueron enterrados anónimamente. Allí oró en silencio, luego continuó hacía el sector de la reunión.


Francisco junto a los cuatro caciques que lo recibieron.



MOCASINES, SÍMBOLO DEL SUFRIMIENTO

El Obispo de Roma, en su alocución, ante una multitud vestida con atuendos tradicionales de sus comunidades, recordó los encuentros que tuvieron en Roma hace cuatro meses y narró que le entregaron dos pares de mocasines, “signo del sufrimiento padecido por los niños indígenas, en particular de los que lamentablemente no volvieron más a casa de las escuelas residenciales”.


Recordó que le pidieron que los devolviera cuando estuviera en Canadá y anticipó que lo haría al concluir sus palabras.


"Pido perdón por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales."

El Papa se inspiró precisamente en ese símbolo: “reavivó en mí el dolor, la indignación y la vergüenza”.


Francisco bendice una bandera que los pueblos originarios desfilaron por el recinto donde se desarrolló el encuentro. En el paño están inscriptos los nombres de todos los niños fallecidos en las escuelas residenciales católicas.


Sostuvo que “el recuerdo de esos niños provoca aflicción y exhorta a actuar para que todos los niños sean tratados con amor, honor y respeto”.


“Esos mocasines nos hablan de un camino, de un recorrido que deseamos hacer juntos. Caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos, para que los sufrimientos del pasado dejen el lugar a un futuro de justicia, de sanación y de reconciliación”, destacó Jorge Bergoglio, y explicó que ese es el motivo por el que la primera etapa de su peregrinación entre ellos se lleva a cabo en la región que vio, desde tiempos inmemoriales, la presencia de los pueblos indígenas.



SIETE VECES PERDÓN

A lo largo del discurso, el vicario de Cristo pidió perdón, en siete oportunidades, por el sufrimiento causado, y señaló: “estoy profundamente dolido”.


“Pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas. Estoy dolido. Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales”, subrayó cerca del lugar donde estaba la Escuela Residencial Ermineskin, hoy casi derrumbada.


Las palabras de Francisco fueron más allá de su disculpa previa por los actos “deplorables” de misioneros. En esta ocasión asumió responsabilidad por la cooperación institucional que dio la Iglesia a la “catastrófica” política de asimilación, que según la Comisión de Verdad y Reconciliación de Canadá constituyó un “genocidio cultural”.




RECORDAR, A PESAR DEL DOLOR

Francisco habló de la importancia de hacer memoria, aunque eso traiga consigo mucho dolor.


Asimismo, indicó que es consciente que “este encuentro” puede despertar recuerdos y heridas en muchos de los presentes, “pero es justo hacer memoria, porque el olvido lleva a la indiferencia”. “Hacer memoria de las devastadoras experiencias que ocurrieron en las escuelas residenciales nos golpea, nos indigna, nos entristece, pero es necesario”, manifestó.




“UN GRITO DE DOLOR”

El clima lluvioso en “Colina de Osos” —como es conocido el lugar— condecía con el momento emocional que se vivió: tristeza y dolor.


“El lugar en el que nos encontramos hace resonar en mí un grito de dolor, un clamor sofocado que me acompañó durante estos meses”, afirmó visiblemente emocionado.


"Son traumas que, en cierto modo, reviven cada vez que se recuerdan y soy consciente de que también nuestro encuentro de hoy puede despertar recuerdos y heridas, y que muchos de ustedes podrían sentirse mal mientras yo hablo. Pero es justo hacer memoria, porque el olvido lleva a la indiferencia."


EL PERDÓN, UN NUEVO COMIENZO

Luego de pedir perdón en siete oportunidades, admitió que muchas víctimas, familiares y amigos consideran que no es suficiente, lo que concuerda, pero “constituye sólo el primer paso, el punto de partida”.


“También soy consciente de que «mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado» y «mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no sólo no se repitan, sino que no encuentren espacios» (Carta al Pueblo de Dios, 20 agosto 2018). Una parte importante de este proceso es hacer una seria búsqueda de la verdad acerca del pasado y ayudar a los supervivientes de las escuelas residenciales a realizar procesos de sanación por los traumas sufridos”, subrayó.


“Rezo y espero que los cristianos y la sociedad de esta tierra crezcan en la capacidad de acoger y respetar la identidad y la experiencia de los pueblos indígenas”, expresó el Pontífice.


El gobierno canadiense admitió que el abuso físico y sexual proliferó en las escuelas cristianas financiadas por el gobierno que operaron desde el siglo XIX hasta la década de 1970. Cerca de 150.000 niños indígenas fueron separados de sus familias y obligados a asistir en un intento por aislarlos de la influencia de sus hogares, lenguas y culturas nativas y adaptarlos a la sociedad cristiana de Canadá.

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