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Francisco: “Benedicto se dejó cincelar por Dios, cargando con las consecuencias del Evangelio"

Alrededor de 100.000 personas asistieron al funeral de Benedicto XVI. Francisco destacó la entrega del papa emérito. El cardenal Adalberto Martínez participó de la ceremonia.
 

Francisco frente al féretro de Benedicto XVI.


Con un repique de campanas, miles de fieles, líderes políticos y Francisco dieron el último adiós el jueves a Benedicto XVI, el teólogo alemán que hizo historia al retirarse del cargo.


La multitud aplaudió cuando los portadores sacaron a hombros el ataúd de ciprés de Benedicto de la basílica San Pedro y lo colocaron ante el altar instalado en la enorme plaza exterior.


Francisco, ataviado con los ornamentos de color carmesí propios de los funerales papales, inició la misa con una oración y la cerró una hora más tarde con una bendición solemne del sencillo féretro, decorado únicamente con el escudo de armas del papa emérito. Más tarde, fue enterrado en las grutas vaticanas.

 
 
PRESENTES

Jefes de Estado y miembros de la realeza, clérigos de todo el mundo, entre ellos el cardenal paraguayo Adalberto Martínez, y miles de fieles —alrededor de 100.000— acudieron al Vaticano para el histórico funeral de un papa emérito.


Muchos procedían de la Baviera natal de Joseph Ratzinger y vestían trajes tradicionales que incluían abrigos de lana para protegerse del frío matutino.


El cardenal Adalberto Martínez (tercero de izq. a der.) ingresa a la explanada de la basílica San Pedro para concelebrar la misa de exequias. (Fotografía: Arzobispado de Asunción)


Solo Italia y Alemania fueron invitados a enviar delegaciones oficiales, pero otros líderes acudieron a “título privado”. Entre ellos había varios jefes de Estado más, al menos cuatro primeros ministros y dos delegaciones de casas reales. Además, varios patriarcas ortodoxos se unieron a los 130 cardenales y la Iglesia ortodoxa rusa envió a su responsable de asuntos exteriores.


Entre los asistentes estaba el cardenal de Hong Kong Joseph Zen, quien obtuvo un permiso especial judicial para acudir al evento. Zen fue detenido en mayo en virtud de una ley de seguridad nacional china por presunta colaboración con fuerzas extranjeras debido a su participación en un movimiento prodemocrático ahora silenciado. Tras su detención, las autoridades le retiraron el pasaporte.


Alrededor de 100.000 personas participaron de la ceremonia.


DEFENSOR DE LA IGLESIA

Benedicto, que falleció el 31 de diciembre a los 95 años, está considerado como uno de los grandes teólogos del siglo XX y dedicó su vida a defender la doctrina de la Iglesia. Pero pasará a la historia por un anuncio singular y revolucionario que cambió el futuro del papado: se convirtió en el primer papa en retirarse en seis siglos.


Francisco elogió su valentía para hacerse a un lado y señaló que “abrió la puerta” a que otros hagan lo mismo.

 
 
LA HISTORIA DE BENEDICTO EN EL FÉRETRO

El arzobispo Georg Gaenswein, quien fuera secretario de Benedicto durante muchos años, se inclinó y besó una copia de los Evangelios que estaba abierta sobre el féretro antes del inicio del funeral.


A primera hora del jueves, el Vaticano hizo pública la historia oficial de la vida de Benedicto XVI, un breve documento en latín que fue colocado en un cilindro metálico dentro de su ataúd antes de ser sellado, junto con las monedas y medallones acuñados durante su papado y sus estolas de palio.


Ciento treinta cardenales participaron de la ceremonia.


El documento presta una amplia atención a su histórico retiro y se refiere a Benedicto como “papa emérito”, citando textualmente la frase en latín que pronunció en su anuncio del 11 de febrero de 2013.


Después de la misa, el féretro de ciprés de Benedicto XVI fue colocado dentro de otro de zinc, que a su vez quedó dentro de un tercer ataúd de roble antes de ser enterrado en la cripta que está debajo la basílica San Pedro, donde en su día estuvo la tumba de san Juan Pablo II antes de ser trasladada al piso superior.


Portadores ingresan con el ataúd de ciprés a la plaza San Pedro.


AL SERVICIO DE DIOS

En su homilía, Francisco reflexionó sobre la lectura del Evangelio de san Lucas 23, 46, deteniéndose en particular, en las últimas palabras que Jesús pronunció en la cruz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", reivindicando la entrega de Benedicto XVI.


El Pontífice destacó que, como hizo Jesús, Ratzinger -sin nombrarlo directamente- selló “manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos.



Siempre recurriendo a la figura de Cristo, pero aplicable a figuras como el Santo Padre alemán, Francisco recordó que siempre “se dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio, hasta ver sus manos llagadas por amor”.


El arzobispo Georg Gaenswein (izq.) besó el féretro de Benedicto XVI antes del inicio del funeral.


El Papa subrayó que el programa de vida que inspira el corazón de los pastores con el fin de experimentar los mismos sentimientos de Cristo son la entrega agradecida de servicio al Señor y a su pueblo, la entrega orante y la entrega sostenida por la consolación del Espíritu, y que también marcaron la vida de Benedicto XVI.

 
 
FIEL AMIGO DEL SEÑOR

“Es el pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años”, afirmó el Santo Padre y añadió: “Padre, en tus manos encomendamos su espíritu. Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz".


Despedida. Francisco reza ante el ataúd de Benedicto XVI antes de trasladarlo a la cripta, el destino final de sus restos.


Tras la homilía, tuvo lugar el ritual de la 'última recomendación y despedida', las últimas oraciones en público antes de que el féretro fuese trasladado al lugar de la sepultura. Francisco fue el encargado de bendecir el incienso y el agua bendita. Por último oró con una mano en el ataúd de Benedicto XVI.

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