En el marco de una de las celebraciones religiosas más grandes de Argentina, más de un millón de peregrinos se congregaron en Salta para honrar al Señor y la Virgen del Milagro. Entre sacrificios y kilómetros recorridos, la devoción volvió a brillar con fuerza en el corazón del norte de ese país.
Una devoción que mueve al norte argentino. (Fotografía: Arzobispado de Salta)
La ciudad de Salta fue testigo, una vez más, de una de las manifestaciones religiosas más grandes de la Argentina: la procesión del Señor y la Virgen del Milagro. El 15 de septiembre, más de un millón de fieles, llegados de distintas provincias e incluso de países vecinos, participaron en la tradicional peregrinación que recorre las principales calles de la capital salteña.
Un mar de fieles. Miles de personas bajan de los cerros. (Fotografía: Arzobispado de Salta)
Lo particular de esta festividad es la profunda fe que lleva a miles de personas a caminar cientos de kilómetros, desafiando no solo el cansancio físico, sino también las inclemencias del clima. Este año no fue la excepción, y pese al agotamiento visible en los rostros de muchos peregrinos, la emoción y la gratitud hacia el Señor del Milagro y la Virgen del Milagro fueron los sentimientos dominantes.
Un pacto que trasciende generaciones
La procesión del Milagro tiene sus orígenes en 1692, cuando un terremoto sacudió Salta y los fieles acudieron desesperados al Señor Crucificado y la Virgen, pidiendo que los salvaran de la catástrofe.
Fe, milagro y devoción: Salta en procesión.
A partir de ese momento, se instauró un pacto de fidelidad que se renueva cada año en esta fecha. La ceremonia central, liderada por el arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello, culmina con la multitudinaria renovación del pacto en el monumento "20 de Febrero".
Monseñor Mario Cargnello recibió a los feligreses que se acercaron a la catedral. (Fotografía: Arzobispado de Salta)
El prelado, al dirigirse a los peregrinos, hizo hincapié en la fuerza transformadora de la fe: “Aquí estamos, renovando nuestro pacto de amor con el Señor. Porque sabemos que en sus manos encontramos las fuerzas para seguir adelante, y en su mirada, la luz que cura nuestras heridas”.
Un acto de agradecimiento
Si bien muchos llegan a la procesión buscando alivio y milagros personales, la gran mayoría de los peregrinos participan como un acto de agradecimiento. Caminar días enteros, durmiendo en la intemperie o en pequeños refugios improvisados, es una muestra del compromiso y la devoción de miles de argentinos que año tras año vuelven a Salta para rendir homenaje al Señor y la Virgen del Milagro.
El testimonio de María, una peregrina que llegó desde Jujuy, resume el espíritu de la jornada: "Cada paso que damos es un agradecimiento. Venimos cansados, pero el corazón está lleno de gratitud. El Señor y la Virgen nos sostienen en los momentos más difíciles, y esta caminata es nuestra manera de devolverles todo lo que nos han dado".
La procesión del Señor y la Virgen del Milagro no es solo una demostración de fe, sino un símbolo de la identidad salteña, una tradición que une a generaciones y que, año tras año, renueva el espíritu de todos los que participan en ella.
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