En un mundo de cambios vertiginosos y adaptaciones constantes, el regreso a nuestras raíces es a menudo el camino más seguro hacia el éxito. Así lo entiende Gustavo Alfaro, el nuevo director técnico de la selección paraguaya de fútbol, quien con su llegada invita a recuperar lo que nunca debió perderse: la esencia de la garra guaraní.
Volver a la raíces, es no olvidarse de lo que somos, de la esencia.
En el siempre apasionante mundo del fútbol, Paraguay vive una sequía en participaciones mundialistas que ya se extiende por más de una década. Desde 2010, la selección guaraní probó de todo: más de 13 entrenadores con diferentes tácticas, técnicas y modelos, pero sin encontrar el rumbo. Ninguno supo volver a ese principio fundamental que históricamente definió al fútbol paraguayo: su esencia aguerrida, fortaleza mental, "garra guaraní".
"Nuestra verdadera riqueza no está fuera, sino en el interior, en nuestra esencia y en nuestro vínculo con Dios."
El regreso a las raíces no es una simple mirada nostálgica hacia el pasado, es la búsqueda de lo auténtico, de aquello que nunca debió perderse. En el caso de Paraguay, es esa capacidad de sobreponerse a las dificultades, esa fuerza que emana de su cultura, de su historia, y de su identidad. Gustavo Alfaro parece entender esto a la perfección. Y más allá de su experiencia y capacidad técnica, lo que realmente puede marcar la diferencia es su sapiencia para recordarles a los jugadores de Paraguay quiénes son en lo más profundo de su ser.
Las raíces como principio y final
A lo largo de la historia, hemos visto una y otra vez cómo la búsqueda desenfrenada por el éxito o la novedad termina cegando a quienes se desvían de sus verdaderos valores. En el fútbol, como en la vida, perder las raíces es perder la brújula. San Agustín dijo: “Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos”. Y así como Dios siempre nos espera para que regresemos a Él, nuestras raíces siempre están allí, aguardando pacientemente a que volvamos a lo esencial, a lo que nos define.
El llamado a nuestra esencia, el retorno de la garra guaraní: Gustavo Alfaro dirigió su primer partido frente a Uruguay y mostró el cambio de mentalidad del equipo. Hoy Paraguay se enfrenta a Brasil para ratificar que los valores siguen intactos. (Fotografía: Facebook APF)
Este retorno no solo es importante en el ámbito deportivo, sino también en nuestras vidas. Cuántas veces, en la vorágine del día a día, perdemos el rumbo, cegados por lo inmediato, lo que brilla, lo que parece más atractivo. Pero al final del camino, como el hijo pródigo que malgastó su herencia, siempre llega el momento en que entendemos que nuestra verdadera riqueza no está fuera, sino en el interior, en nuestra esencia y en nuestro vínculo con Dios.
Francisco, en una de sus homilías, reflexionó sobre la parábola del hijo pródigo y su importancia para todos nosotros. “Dios nunca se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”, indicó. Esta simple pero profunda enseñanza nos invita a reflexionar sobre cómo Dios siempre está allí, esperando que volvamos a Él, tal como nuestras raíces siempre estarán allí, aguardando que volvamos a ser quienes realmente somos.
El fútbol como metáfora de la vida
En Paraguay, el fútbol es más que un deporte, es una expresión cultural y un reflejo de su identidad. Es precisamente esta conexión la que Gustavo Alfaro busca reavivar. Los grandes éxitos de la selección no vinieron por tácticas revolucionarias ni por un despliegue técnico inigualable, sino por una identidad clara y definida: la garra guaraní, ese espíritu indomable que enfrenta las adversidades con valentía y determinación.
San Juan Pablo II decía: “No tengan miedo. Abran, más aún, abran de par en par las puertas a Cristo”. En el contexto de esta selección, podríamos parafrasear e invitar a los jugadores a abrir las puertas de su corazón a esa fuerza interior que siempre estuvo presente. Volver a las raíces no significa renunciar a lo moderno, sino integrar lo nuevo sin perder la esencia, como quien se adentra en un océano pero nunca olvida de dónde proviene.
Siempre es tiempo de volver
Gustavo Alfaro en su larga trayectoria dirigió los equipos argentinos de Atlético Rafaela, Quilmes, Belgrano, Olimpo, San Lorenzo —el combinado del que es simpatizante el Papa Francisco—, Arsenal, Rosario Central, Tigre, Gimnasia y Esgrima La Palta, Huracán y Boca Juniors. Además, estuvo al frente de las selecciones de Ecuador y Costa Rica; y tuvo un breve paso por el fútbol de Arabia Saudita al frente del Al-Ahli. (Fotografía: Facebook AFP)
En la vida, al igual que en el fútbol, no importa cuántas veces caigamos o nos desviemos. Lo importante es saber que siempre podemos volver. Las raíces están en nosotros, en lo que creemos, en lo que nos enseñaron nuestros padres y abuelos, en lo que aprendimos de la vida misma. Lo esencial es recordar que, como cristianos, nuestra verdadera identidad se encuentra en Dios.
La Biblia nos recuerda en el Evangelio de Juan (15:5): “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, ese da mucho fruto”. Es precisamente esa conexión con nuestra esencia la que nos permitirá florecer nuevamente, tanto en el campo de juego como en la vida cotidiana.
Alfaro y el retorno a la esencia
Con Gustavo Alfaro al mando de la selección paraguaya, hay una nueva esperanza. No solo por lo que pueda aportar en términos de estrategia, sino por su capacidad para guiar a los jugadores a redescubrir lo que significa ser parte de esta selección, de esta nación. Volver a las raíces no significa retroceder, sino avanzar con una identidad firme, con una esencia clara.
Así como Paraguay necesita reencontrarse con su identidad futbolística, nosotros también estamos llamados a regresar a lo esencial, a los valores que nunca cambian, a Dios, quien siempre nos espera con los brazos abiertos.
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