El estremecedor Ángelus del León XIV: “El Reino no es de los soberbios, sino de los humildes”
- Canal Vida
- 26 oct
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El Papa estremeció la plaza de San Pedro, pidió al mundo mirar al cielo sin máscaras y reconocer sus heridas ante Dios.
León XIV volvió a estremecer al mundo desde la plaza de San Pedro. En un Ángelus cargado de fuerza espiritual, denunció la soberbia que encierra a los hombres en sí mismos y ensalzó la humildad como la puerta del Reino de Dios.
Ante miles de fieles, comparó el alma humana con los dos personajes de la parábola dominical: el fariseo que presume de su pureza y el publicano que se golpea el pecho reconociendo su miseria. “No es ostentando nuestros méritos como nos salvamos, ni ocultando nuestros errores, sino presentándonos honestamente ante Dios”, proclamó con voz firme.
Citó a san Agustín, quien decía que el soberbio es como un enfermo que oculta sus llagas al médico, mientras el humilde, aunque lleno de heridas, se atreve a mostrarlas. “No es extraño —recordó León XIV— que el publicano saliera más curado, porque no tuvo miedo de mostrar lo que le dolía”.
Con un tono que conmovió incluso a los más escépticos, el Obispo de Roma advirtió: “Vivimos tiempos donde todos quieren parecer santos, pero pocos se atreven a reconocerse pecadores”. Y añadió: “La humildad es el lenguaje del Cielo, el único que Dios entiende”.
Antes de impartir la bendición final, pidió a María, “modelo de santidad”, que ayude a la humanidad a recuperar la sencillez del corazón. “Su Reino no pertenece a los soberbios —concluyó—, sino a los que se arrodillan, piden perdón y confían en la misericordia divina”.
En ese silencio sagrado que siguió a sus palabras, muchos bajaron la cabeza. No por culpa, sino por gratitud. Porque el Papa había recordado una verdad olvidada: solo el humilde puede mirar a Dios a los ojos.
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