Joseph Ratzinger en su papado profundizó su trabajo contra los sacerdotes que cometieron abusos sexuales y a favor de las víctimas, legado que Francisco continuó.
A Benedicto XVI se le acredita ser uno de los teólogos católicos más prolíficos del siglo XX, pero rara vez recibió crédito por otro aspecto importante de su legado: haber trabajado en pos de las víctimas de abusos sexuales cometidos por el clero.
En su papel de cardenal y papa impulsó cambios revolucionarios en el derecho canónico para facilitar la expulsión de sacerdotes depredadores, y echó a cientos de ellos.
Fue el primer pontífice en reunirse con víctimas de abusos. Y revirtió el rumbo que había tomado su venerado predecesor en el caso más atroz de la Iglesia católica del siglo XX, al finalmente tomar medidas contra el sacerdote mexicano Marcial Maciel, un abusador en serie.
Benedicto hizo más en este aspecto que cualquiera de sus predecesores, y Francisco siguió sus pasos y aprobó protocolos aún más estrictos diseñados para responsabilizar a la jerarquía.
MEDIDAS A FAVOR DE LAS VÍCTIMAS
Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante un cuarto de siglo, Joseph Ratzinger vio de primera mano el alcance de los abusos sexuales ya en la década de 1980.
Los casos llegaban poco a poco al Vaticano desde Irlanda, Australia y Estados Unidos, y ya en 1988 intentó persuadir al departamento jurídico del Vaticano para que le permitiera destituir rápidamente a los sacerdotes abusadores.
La ley del Vaticano en esa época requería juicios canónicos largos y complicados para castigar a los sacerdotes, y sólo como último recurso si antes fracasaban iniciativas más “pastorales”. Ese enfoque permitió a los obispos trasladar a sus abusadores de una parroquia a otra, donde podían violar y acosar sexualmente de nuevo.
La oficina jurídica rechazó la solicitud de Ratzinger en 1988, bajo el argumento de que era necesario proteger el derecho del sacerdote a defenderse.
En 2001, Ratzinger persuadió a Juan Pablo II de que le permitiera hacerse cargo del problema frontalmente, y ordenó que todos los casos de abusos fueran enviados a su oficina para su revisión. Contrató a un abogado canónico relativamente desconocido, Charles Scicluna, para que fuera su fiscal principal de delitos sexuales, y comenzaron a actuar juntos.
Bajo su supervisión el Vaticano autorizó procedimientos administrativos acelerados para expulsar a los abusadores atroces. Modificaciones al derecho canónico permitieron que el plazo de prescripción de los abusos sexuales fuese suspendido según el caso, elevaron la edad de consentimiento a los 18 años y ampliaron las normas que protegen a los menores para que cubrieran también a los “adultos vulnerables”.
Los cambios tuvieron un impacto inmediato: Entre 2004 y 2014 —un periodo que incluye los ocho años de papado de Benedicto, más un año antes y otro después— el Vaticano recibió unos 3.400 casos, expulsó a 848 sacerdotes y sancionó a otros 2.572, según las estadísticas de la Santa Sede que se dieron a conocer.
Casi la mitad de las expulsiones ocurrieron durante los últimos dos años del papado de Benedicto.
CASO RESONANTE
Entre los primeros casos en la agenda de Ratzinger después de 2001 estaba la recopilación de testimonios de las víctimas de Maciel, fundador de la orden religiosa Legionarios de Cristo, con sede en México. A pesar de la gran cantidad de documentos en el Vaticano que se remontan a la década de 1950 y que muestran que Maciel violó a sus seminaristas, la curia de lo cortejó debido a su capacidad para atraer vocaciones y donativos.
Marcial Maciel.
Su caso languideció durante años debido a que cardenales poderosos que formaban parte de la junta de Ratzinger bloquearon cualquier investigación. Sostenían que las acusaciones contra Maciel eran meras calumnias.
Ya Papa, dio otro paso y ordenó una investigación a fondo de la orden religiosa. Dicha pesquisa determinó en 2010 que Maciel era un fraude religioso que abusó sexualmente de sus seminaristas y creó una orden similar a una secta para ocultar sus crímenes.
Incluso Francisco acreditó la “valentía” de Benedicto al ir tras Maciel, y recordó que “tenía toda la documentación en la mano” en los primeros años de la década de 2000 para tomar medidas contra el fundador de los Legionarios, pero fue bloqueado por otros más poderosos que él hasta que se convirtió en papa.
“Fue el hombre valiente que ayudó a muchos”, dijo Francisco.
Dicho esto, la valentía de Benedicto XVI para hacer ceder el protocolo sólo llegó hasta cierto punto.
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