Bajo el Manto de María... el Papa Clausura un Mes que Sacudió Almas
- Canal Vida
- 31 may
- 4 Min. de lectura
En la oscuridad de los Jardines Vaticanos, el Papa León XIV encendió una luz que atraviesa el alma. Clausuró el mes mariano con oración, advertencias y una frase que incomoda: “La lengua sin vida no salva”.

No hubo aplausos. No hubo cámaras gritando. Solo silencio, antorchas y oraciones. Mientras el mundo gira al ritmo de guerras, algoritmos y mercados, un rincón del Vaticano se transformó anoche en altar vivo.
En la Gruta de Lourdes, bajo el cielo romano, el Papa León XIV cerró el mes de mayo como se cierran las heridas más profundas: con ternura, con fe y con una madre que nunca abandona.
Allí, donde hay una réplica del lugar donde María se apareció a Bernardita, la Iglesia se recogió en procesión, encendiendo su alma como se encienden las velas: una a una, paso a paso, misterio tras misterio.
UNA PROCESIÓN QUE QUEMA EL ALMA
La iglesia de San Esteban de los Abisinios fue el punto de partida. Desde allí, con el rosario en mano y antorchas encendidas, los fieles caminaron hasta la Gruta. Pero no fue una caminata turística ni protocolar. Fue una peregrinación que dolía y sanaba a la vez. Madres con hijos en brazos. Religiosas de rodillas. Obispos en silencio. Cada paso era una súplica. Cada misterio, una llave al cielo.
Los Misterios Gozosos se rezaron mientras el aire olía a incienso y a primavera vaticana. Se meditó la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento… Y cada palabra del “Ave María” parecía más fuerte que el ruido del mundo.

“NOS REUINIMOS BAJO EL MANTO MATERNAL DE MARÍA”
Así comenzó su discurso el Santo Padre. Y no fue un saludo más. Fue una declaración de batalla contra la indiferencia. “Como un solo pueblo en camino”, dijo León XIV. Y su voz, serena pero firme, parecía perforar el alma de quienes lo rodeaban.“No hay fe sin comunidad. No hay Iglesia sin oración compartida”, remarcó. La escena era poderosa: el Sucesor de Pedro, de pie ante una imagen de María, rodeado de antorchas, con el rosario aún entre sus dedos.

UNA LENGUA SIN VIDA... ES TRAICIÓN
Pero lo más impactante vino después. León XIV no se guardó nada. "Que la lengua esté en armonía con la vida y los labios con la conciencia", lanzó como un rayo en medio de la noche. Y muchos entendieron el mensaje. No basta rezar. Hay que vivir como se reza. El Papa citó a san Agustín: “Con la vida y con la lengua, con el corazón y con los labios, con la voz y con la conducta”. Y advirtió: "Evitemos las disonancias. Porque una lengua que bendice a Dios, pero maldice al hermano… es ruido que no salva”.

LAS MONJAS SOSTIENEN EL MUNDO EN SILENCIO
En un gesto que pasó desapercibido para muchos medios, el Papa hizo algo que solo un alma contemplativa podía hacer: agradecer a las Hermanas Benedictinas del Monasterio Mater Ecclesiae.
“Su oración sostiene la vida de la Iglesia universal”, dijo, reconociendo que mientras unos predican y otros gobiernan, hay quienes salvan al mundo sin que nadie lo vea. En el silencio de un claustro, se batalla más que en cualquier cónclave.

EL ROSARIO, ARMA DE LUZ
León XIV también recordó que el Rosario es “una oración con fisonomía mariana y corazón cristológico”. Citó a san Juan Pablo II, como quien pasa una antorcha. “En el Rosario está todo el Evangelio comprimido. Toda la esperanza desplegada. Toda la obediencia aprendida”, explicó. Y alentó a rezarlo no por costumbre, sino como escudo, como ancla, como espada de luz.
SERVIR CON FIDELIDAD
Cerca del cierre, el cardenal Mauro Gambetti también tomó la palabra. Pero fue el Papa quien selló la noche con una frase que aún flota en los pasillos del Vaticano:“Que la alegría de este momento crezca en nosotros y nos impulse a servir con fidelidad”. Y luego, encomendó a cada uno a María. No por devoción vacía, sino porque en tiempos oscuros, solo Ella sabe cómo encender una vela que no se apague jamás.
CON LOS OJOS DEL ALMA
El mes mariano terminó. Pero lo que ocurrió en la Gruta de Lourdes este 31 de mayo no fue solo un acto litúrgico. Fue una sacudida espiritual. Un llamado de atención. Una noche donde la fe no pidió permiso para hacerse cuerpo.
Porque si algo quedó claro es esto: La lengua sin vida no salva. La oración sin entrega no transforma. Y la fe sin María… no camina.
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